EL PODER DE LAS PALABRAS





En el mundo siempre hay personas que te van a criticar, animar, aconsejar, exhortar  e incluso insultar pero depende de uno mismo la influencia que ejerzan aquellas palabras en nuestra vida. Hace poco fui a un concurso de declamación y gane el segundo puesto, yo me sentía alegre, iba a llevar una medalla al colegio  y mis padres estarían orgullosos. Así fue, obtuve muchas felicitaciones  hasta que una de mis compañeras con más experiencia que yo en el ámbito artístico  me dijo: Pero has quedado segunda entre los siete que concursaron, que mal ah. Si yo hubiera ido, yo ganaba.  Cuando ella pronuncio ese comentario,   me desmoroné  y  por mi mente vagaron pensamientos  destructivos  como que debí haberlo hecho muy feo para quedar en segundo lugar, que ya nunca recitaría, que no merecía aquella medalla.  Ustedes se darán cuenta, estimados lectores, que solamente por unas palabras mi felicidad se acabó y yo misma me destruí    psicológicamente ¿por qué? Porque las tome muy enserio, las creí sin analizarlas ni cuestionarlas. Ellas influyeron negativamente en mí pero yo fui quien dio permiso de que lo hicieran.                         
Ahora, ya despierta,  comprendo que lo que  puedan decir los demás  influirá en ti,  si tú a esas palabras les das mucho o poco valor. Entonces seamos buenos discernidores, si alguien nos da palabras de aliento ¡tomémoslas!,  como si fueran un regalo  que tenemos que cuidar para que se conserven. Por el contrario si vienen a nosotros palabras que hieren mejor dejemos que el viento se las lleve  para que no queden alojadas en nuestra mente.  “Que nos entre por una oreja y nos salga por la otra”, al menos en estos casos  si hay que aplicar este dicho.


Un claro ejemplo de cómo pueden influir las palabras en nuestra vida es el de Thomas Alba Edison, científico e inventor de la bombilla eléctrica. Él durante su niñez recibió una nota de su profesor para que entregara a su madre. Thomas se la dio y le pidió que la leyera en voz alta, entonces esto es lo que escuchó: Señora le informamos que su hijo es un genio, en nuestras aulas él no recibirá la atención adecuada, le sugerimos que lo cambie de escuela a una mejor o que usted le de clases particulares para que desarrolle todo su potencial. A partir de ese momento Thomas dejó la escuela y empezó a estudiar guiado por su madre. Muchos años después el encontró la nota entre varios papeles y la volvió a leer: Señora le informamos que su hijo es un bruto, en nuestras aulas no recibirá la atención adecuada, creemos que sufre de retraso mental  por ello le sugerimos que lo cambie de escuela o usted le de clases particulares. ¿Qué hubiera pasado si la madre de Thomas le decía estas crueles palabras cuando él era un niño? Pues la sociedad seguiría usando velas para alumbrarse.
Las palabras tiene poder para edificar o destruir, pero tú decides cuales tomar para que formen parte de tu filosofía.



Dayanira Sofía López Córdova 

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